Arantzazu esta situado en el sur de Oñati y hace frontera con Araba. Para acceder a el basta con seguir las indicaciones desde Oñati por la carretera GI-3591.
HISTORIA
En un barranco abierto por el río del mismo nombre, a través del que discurre una de las rutas principales en dirección a los montes de Aizkorri, se ha ido configurando, a partir del siglo XV, el foco religioso de mayor influencia del territorio.
Poco después de la aparición de la Virgen en 1469, se habilitó un pequeño beaterio, que con el tiempo dió lugar a una comunidad monástica convirtiéndose, además, en un centro importante de peregrinación, con influencia sobre la amplia región que se extiende entre Burdeos y Calahorra.
Los caminos de romeros, procedentes de los lugares más apartados de este área, llegaban a Arantzazu, tras cruzar el cinturón montañoso que le protege.
Esta rápida expansión de la devoción por la Virgen, parece apoyada en una tradición inmemorial ligada probablemente al carácter de refugio que todavía hoy tiene este lugar para los rebaños del entorno.
Los franciscanos se asentaron en 1514, dando impulso a este conjunto religioso, que llegó a albergar una espléndida biblioteca y otros fondos culturales de entidad.
El Santuario, rodeado del complejo monasterial y de instalaciones para peregrinos, ha sido, además de foco cultural y religioso, el centro de gravedad de una pequeña entidad de caseríos, parte de los cuáles todavía permanecen vigentes.
El protagonismo alcanzado por Arantzazu en la vida del país, ha traído también consecuencias catastróficas. Durante las Guerras Carlistas, los liberales obligaron a la comunidad a abandonar el monasterio, dándole fuego a continuación. Se destruyó prácticamente por completo, incluída la biblioteca de la que se salvaron varios volúmenes con la ayuda de los caseros de los alrededores.
Sufrió también la orden de exclaustración emitida por el gobierno republicano, regresando definitivamente la comunidad religiosa en 1878.
En la actualidad, el enclave está representado por construcciones vanguardistas, proyectados por artistas contemporáneos de primera fila que hicieron de Arantzazu un crisol de nuevas tendencias y expresiones estéticas. El carácter pionero de este conjunto chocó con la mentalidad artística dominante en las esferas religiosas, y las obras fueron prohibidas durante años.
Por otro lado, fue en este lugar donde creó el "euskara batua" en la década de 1960.
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