Este oficio, con frecuencia, ha pasado de padres a hijos y ha sido habitual que se compaginara con otra actividad. El aprendizaje se hacía por observación de los veteranos y la práctica durante años, al no ser posible, como en otras actividades, los ensayos. Sin embargo, no todos son capaces de dominar el oficio, que requiere "mucho oído" al tener que apreciar los sonidos y corregirlos acelerando o relantizando la velocidad del golpeo de las campanas. Tenían que ser un poco músicos, aunque "de una sola cuerda" (la de manejar las campanas). En el pasado, era una actividad que requería una gran dedicación (todos los días del año y varias veces cada jornada). Entre los que han ejercido esta actividad es frecuente el dicho: "El Campanero nace, no se hace".
Este oficio tradicional tiene gran valor histórico y etnográfico.
El golpeo de campanas anunciaba la marcha de cada día, teniendo varias funciones: comunicar los incendios y las tormentas, campanas de fiestas, campanas de difuntos, misas…Algunos de estos se siguen anunciando por medio de campanas pero otros, en cambio, están desaparecidos.
Con objetivo de recuperar y guardar las tradiciones anteriores se creo la escuela de Areantza.
Hoy en día, la escuela de campaneros de Areantza lo forman cuatro amigos.