A pesar de ello, la iglesia contiene aportaciones renacentistas de notable interés, como la bella portada plateresca esculpida por Andrés de Menchaca en 1556, y la propia estructura de carpintería: una de las más ricas y complejas bóvedas lígneas del País Vasco.
Esta inmensa techumbre parece estar suspendida, en apariencia, sobre sencillas ménsulas avolutadas renacentistas adosadas al muro, aunque en el trasdós se aprecia claramente una solución más compleja, y simultaneamente más lógica, de tirantes montados sobre postes que tensan y arriostran la armadura. De las cerchas de la cubierta cuelgan las claves mayores de la bóveda, que se decoran con angrelados y rayos solares. Las tablas que forman la plementería se ensamblan entre sí a media madera y se clavan sobre los nervios mayores; el intradós está revocado con una gruesa capa de argamasa que penetra a través de pequeños orificios practicados en la tablazón.
El lenguaje de estilo es de una notable corrección formal, aunque resulta desfasado para la época de ejecución (1624), debido a que se produjo un retraso de treinta años en acometer las obras, cuya traza estaba ya dispuesta en otoño de 1594. Desconocemos quien fue el autor del proyecto, pero sabemos que los vecinos exigieron expresamente que la techumbre abovedada la armasen los maestros San Juan de Anitua y Juan de Olazaran, a quienes atribuían una sólida experiencia en las artes de la carpintería, y concretamente, en la construcción de obras similares. Apenas una década antes, entre 1613 y 1615, el mismo Anitua y Juan de Aguiriano habían colocado también la armadura de cubierta debajo de la cual estaban trabajando.