Templo rural de una sola nave y ábside recto. Bóvedas de cañón con lunetos. Acceso a través de puerta adintelada en sillería protegida por un pórtico cerrado con muros de mampostería.
Pequeña espadaña de piedra cobijando dos campanas y rematada por una cruz. Cementerio adosado.
La primera noticia conocida de este templo es de mediados del siglo XVI.
En el último decenio del siglo XVII, la situación de esta iglesia era bastante precaria, siendo precisa una intervención compleja que significó casi una reedificación parcial del templo. La escasez de recursos motivó que dichas obras se prolongaran excesivamente en el tiempo, abarcando gran parte del siglo XVIII.
En torno al año 1790, un viento impetuoso desbarató el tejado y parte de la bóveda, por lo que Joseph de Abalos tuvo que efectuar las reparaciones necesarias.
Por estas fechas, último tercio del siglo XVIII, el escultor Moraza se ocupó de ¦acomodar y colocar en su sitio¦ el retablo del altar mayor que había sido realizado en su taller de Vitoria.
A comienzos del siglo XIX el escultor eibarrés Juan Bautista de Mendizabal cobró 1.500 reales por tres efigies o estatuas de San Millán, Nuestra Señora del Rosario y San Sebastián. Dichas imágenes iban a ser colocadas en tres nuevos retablos que se estaban construyendo por esas fechas. El dedicado a San Millán fue obra de Domingo de Ugarte, vecino de Vitoria, y los colaterales de Nuestra Señora del Rosario y San Sebastián fueron ejecutados por el maestro retablista de Arrasate Pedro de Urrusolo.